¿No es de mala leche asegurar que fueron las políticas económicas de este gobierno las que estimularon la aparición y venta de las leches devaluadas?.
Mucho se habla en estos días de la venta de alimentos lácteos a base de leche. La mayoría de los análisis se centran en la imposibilidad de conseguirlos en góndolas y en la publicidad engañosa que aparece en los sachets y cajas.
Estas aguas con sabor a leche son una consecuencia de las políticas económicas del gobierno que ha generado las condiciones necesarias y suficientes para su elaboración y puesta a la venta y están dirigidas a un segmento de la población que ya no tiene dinero para pagar el precio de las buenas.
Mucha gente las compra y las consume pero no porque no sepa leer o se deje engañar por hábiles estrategas del “merchandaisin” sino simplemente por haber perdido su trabajo, comprobar que su sueldo día a día vale menos o por las artimañas de las grandes empresas que con tal de resguardarse económica y financieramente son capaces de cualquier tropelía.
Hay quienes sostienen que estas “anomalías” las debe resolver el mercado y no el Estado y que será la mano invisible la que pondrá equilibrio entre la oferta y la demanda. Por lo tanto hasta que se normalice la situación los que no la puedan comprar deberán resignarse y ser conscientes que, simplemente, sus ingresos no le permiten acceder a la leche buena.
Tan conscientes como aquellos que se conforman, digna y honorablemente, ya sea con su Gordini 77 a pesar de que les gusta el Renault Koleos Intense o se resignan a pedir otro préstamo en vez de comprar unos cuantos miles de dólares al día.
Pero ¿No es de mala leche asegurar que fueron las políticas económicas de este gobierno las que estimularon la aparición y venta de las leches devaluadas?.
Dudar de eso sería tan ingenuo como pensar que no fue ese mismo Estado el que creó las condiciones de producción y reproducción de las Lebacs primero y las Lelic después que permitieron, y permiten, la descomunal toma de ganancias de los bancos y el inmenso enriquecimiento de los expertos en timbas financieras.
Es más, la leche devaluada es una consecuencia directa de esa transferencia de riqueza.
Pero volviendo al tema de la leche acuosa, o mejor dicho a las condiciones creadas por el gobierno nacional para su aparición, es admirable el esfuerzo que hacen los radicales para no hacer escuchar su queja sobre esas políticas: "preferimos consolidar la homogeneidad de Cambiemos, la preservación de la República, la seguridad jurídica y el resguardo de las instituciones antes que alimentar con una mera queja superflua y estacional a la máquina de la mentira, la obstrucción y el pesimismo”, dicen.
Sobre todo el silencio del radicalismo sensible y coherente (hay veces que inesperadamente aparece un oxímoron perfecto) que aún esté vivo.
PEDRO RÉTTORI