Esa "reducida y mínima" franja de trabajadores privilegiados tienen sobre sí la responsabilidad de mantener el equilibrio fiscal del país.
El 10 % para Kicillof y el 3% para Macri es el total de los asalariados que paga el impuesto al sueldo, eufemísticamente llamado "a las ganancias".
Sin entrar en la discusión sobre si el sueldo debe ser considerado como ganancia de quienes realizan un trabajo y mucho menos sobre el concepto de "plus valía", lo cierto es que durante buen tiempo del gobierno de Cristina Fernández y mucho más hoy, esa "reducida y mínima" franja de trabajadores privilegiados tiene sobre sí la responsabilidad de mantener el equilibrio fiscal del país.
Debería tomar consciencia que de su aporte mensual depende la tranquilidad y la paz social en la Argentina.
Menudo papel en la economía de un país.
Esa minoría privilegiada debería estar orgullosa de ser el sostén financiero y económico de millones de compatriotas.
La "columna vertebral del andamiaje fiscal" no puede, ni debe, pretender ser incluida en la franja de quienes tuvieron y tienen por parte del Estado nacional algún tipo de consideración para otorgarles beneficios como eliminación o disminución de retenciones o mantenimiento o aumento de planes sociales.
Esa minoría debería comenzar a entender que la solidaridad que se le exige desde hace mucho tiempo no puede ser exigida a las empresas de minería a cielo abierto, pues bastante ya tienen con las denuncias de contaminación ambiental, como tampoco a los apostadores de juegos de azar a quienes no se les puede atormentar con un sufrimiento adicional al de tener la hipófisis en el cuello con cada giro del bolillero o de la bola que nunca cae en el número apostado, ni a quienes ganan grandes sumas con la especulación financiera: "La plata es mía, ¿Porqué el Estado debería meterse en lo que hago con mi capital?. Si quiero la vuelco a algún emprendimiento productivo o especulo con las Lebac, o el dólar futuro. Qué le importa...!!!".
Los asalariados oligarcas deberían entender esto. Y si no lo hacen, bien estaría que sean obligados a concurrir a talleres, seminarios, charlas, debates y foros, obviamente arancelados, para que entren en razones y entiendan que su postura es producto de uno de los peores aspectos del capitalismo: la generación de actitudes egoístas que sólo buscan la satisfacción individual relegando a las positivas actitudes de solidaridad propias de los colectivos populares.