"Antes del coronavirus,(...) padecimos la peste bubónica, el cólera, la fiebre amarilla, el tifo epidémico —transmitido por piojos— y, hasta hace unos pocos años, la viruela".
“Cuando pienso, graciosísimas señoras, cuán natural os es a todas la piedad, reconozco que este libro os parecerá grave y triste en sus comienzos, tanto como el recuerdo de la pasada y mortífera peste”.
Espero que alguien, no solo quienes estudiamos Filosofía y Letras, se acuerde de que así empieza el Decamerón de Bocaccio: siete mujeres y tres hombres que huyen de una epidemia encuentran refugio en Fiesole y pasan las horas contándose toda suerte de historias espléndidas.
En vez de lamentarnos por lo irremediable, ¿qué tal si organizamos como sustituto de la Feria del Libro de Bogotá un gigantesco Decamerón virtual, un foro para que, mientras estemos encerrados en nuestro casas o tengamos que limitar los contactos con el prójimo, podamos contarnos unos a otros historias fascinantes?
El coronavirus ha puesto en crisis la lógica cultural de nuestros días, basada casi exclusivamente en la celebración de festivales. Ya que las circunstancias nos obligan a buscar alternativas, empecemos por no sentirnos derrotados desde el comienzo.
II
Claro está: no tenemos que limitarnos a leer el Decamerón de Boccaccio. De hecho, existe una extensísima literatura sobre pandemias que abarca desde La peste de Albert Camus hasta títulos cuyo nombre haría sospechar tramas distintas. Muerte en Venecia y La montaña mágica de Thomas Mann caben perfectamente en la categoría, lo mismo que El ensayo sobre la ceguera de José Saramago, El húsar en el tejado de Jean Giono o la Perorata del apestado de Gesualdo Bufalino. Así las cosas, al primer ciclo de lecturas y comentarios virtuales sobre el Decamerón podríamos agregar otro, paralelo, en el que, guiados por un conocedor del tema, pongamos en marcha una sabrosa tertulia. No perder el sentido de comunidad: ese es, entre muchos otros, el vínculo que tejen los libros.
III
Naturalmente, el ciclo que sugiero también puede pensarse en clave local: el telón de fondo contra el cual se proyecta El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez son las sucesivas epidemias que nos atacaron a finales del siglo XIX y que tuvieron como principal causa nuestras interminables guerras civiles. No solo podemos examinar ese contexto y relacionar los elementos de tan nefasta ecuación, sino convertir a Florentino Ariza y Fermina Daza en símbolos de lo que podemos hacer en la actual crisis.
IV
Antes del coronavirus, en Colombia padecimos la peste bubónica, el cólera, la fiebre amarilla, el tifo epidémico —transmitido por piojos— y, hasta hace unos pocos años, la viruela. Tenemos muchísima literatura que habla al respecto: Juan de Castellanos menciona la “pestilencia de cámaras” (que es como se llamaba a la diarrea en el siglo de Oro); Joaquín García Benítez cuenta la epidemia de cólera morbo que acompañó la llamada Guerra de los Supremos; Joaquín Posada Gutiérrez explica que, cuando la plaga llegó a Cartagena, “se hacían tiros de cañón creyendo que podía purificarse el aire con las detonaciones”; Justo Arosemena no solo defendió la necesidad de las cuarentenas en Panamá, sino que fustigó, con argumentos que sonarán muy actuales, la negativa de los ingleses a imponerlas: “Aunque se dice que la Inglaterra ha expedido un bill aboliéndolas, creo que ello ha provenido más bien de sus necesidades mercantiles que del principio filantrópico que proclama”.
Todo lo anterior es poco o nada conocido. Aprovechemos el encierro forzoso para pensar tanto en los meandros médicos de nuestra historia como en el hecho inexorable de que la interconexión planetaria hará que epidemias como la del coronavirus vuelvan a presentarse en el futuro.
V
Un clásico del ensayismo colombiano fue Thomas Mann, la montaña mágica y la llanura prosaica de Estanislao Zuleta. Leer ahora mismo el libro permitiría repensar, con otra óptica, la tuberculosis que los grupos antivacunas han hecho reaparecer. Pero, mejor aún, nos daría pistas para imaginar qué pasa en una sociedad cuando la economía empieza a decrecer. El coronavirus como un apoyo dialéctico para reimaginar —o, ¿por qué no?, sustituir— el capitalismo.
VI
Don Héctor Abad Gómez era epidemiólogo. Fue asesinado, entre otras cosas, por exigirle al Estado que impusiera la obligación de pasteurizar la leche y brindar agua potable en todos los municipios del país. Ahora que el espectro de una nueva pandemia se abate sobre nosotros, recordemos que mucha gente magnífica cayó aquí por simplemente pedir lo mínimo.