Las decisiones adoptadas por el Gobierno de Cambiemos abren caminos posibles: futuro positivamente predecible, incremento de los obstáculos o un final incierto.
En 2018 hay más debate económico del que presuntamente existe en la superficie. Todos se preguntan si las decisiones adoptadas por la administración económica del gobierno de Cambiemos traerá un futuro positivamente predecible o si se encaminará a incrementar los obstáculos, o arribará a un final incierto, que bien vale decirlo, el mismo creó.
Cuando se repasan los indicadores macroeconómicos y productivos las diferencias se hacen ostensibles. Pero convergentes. Especialmente desde la devaluación del peso en 50% ocurrida en los últimos seis meses, la decisión trajo consecuencias que nadie puede disimular. Subió la tasa de interés activa privada, a magnitudes vistas en crisis anteriores muy severas (más del 45%). Se incrementaron las tarifas y precios de combustibles (lo que implica para empresas inflación de costos y para la familias reducción de ingresos reales); hubo un fuerte traslado a precio en todos los bienes-salario lo que redujo ingresos de trabajadores, clase media y autoempleados. Quizás, hasta hoy, los más afectados fueron los sectores expulsados que las políticas públicas etiquetan como "monotributistas" que no tienen ingreso asegurado ni mercado que los absorba aún cuando su fuerza laboral sea mucho menos remunerada que la formalizada.
Incluso cuando las cámaras empresarias anuncian con diplomacia los números del desajuste, en privado las más perjudicadas tienen un discurso crítico y desalentador que incluso los propios sindicatos, que operan en idénticas ramas que esas pymes vapuleadas en condiciones de enfrentar su propio default. En otras palabras, lo que en el capitalismo era una tragedia, y dije era, por el pasado, hoy es una habitualidad. Masas enteras de perjudicados del sector privado cierran sus empresas, dejan miles de trabajadores en la calle, inician convocatorias de acreedores, se suman a rotas cadenas de pago y finalmente sin crédito o con descuento de cheques y facturas al 60/90%, bajan las persianas, ojalá transitoriamente.
Todo debiera indicar que esos 72 mil desocupados industriales más los imprecisos desafectados por las pymes, en la próxima medición de desempleo haga extensivos los alcances del no trabajo ya visto en mercados laborales testigos como Mar del Plata, Rosario, Concordia, y otros cuyos valores alcanzan cómodamente dos dígitos.
Más allá de la sequía, que fue severa, la actividad económica en 2018 seguramente en términos del producto será -con suerte- neutra aunque nos inclinamos a un decredimiento obvio, como lo muestran el EMAE e indicadores privados que anticipan esto mismo. Este escenario, hace que la pregunta simple y obvia se la hagan banqueros e inversores locales, también externos: con este cuadro, ¿quién presta e invierte y para qué?
El plano fiscal es aun más preocupante. La firma del acuerdo Stand-by con el FMI puso un corset difícil de superar y con interlocutores entrenados en recientes experiencias donde sólo vale la dureza. O mayor ajuste. Traducido a números podrá publicitarse que el déficit primario se reduce pero por favor súmenle el financiero, como consecuencia de los intereses de la deuda externa que no son cifras para pasar por alto. De aquí al final de Cambiemos, Macri deberá pagar casi 5% del PIB en esos compromisos, que coinciden con un momento de escasa o nula penetrabilidad de los productos exportables. Y cuando lo hacen son primarios y no tienen suficiente repercusión en términos de empleo, valor agregado, recaudación o expectativas de renovar la actividad industrial. Nadie imagina una revolución de las exportaciones: huele a fantasía.
Dos afirmaciones coincidentes en estos días definieron este cuadro con mucha claridad aunque con lenguaje alambicado. El FMI en su documento liminar post acuerdo dice que su staff evalúa que la economía y su deuda son estables, aunque no con una gran probabilidad. JP Morgan, un banco extranjero que intervino en todas las colocaciones de deuda externa que hizo el gobierno, el 23 de julio en un muy comentado análisis dice que su evaluación del escenario de sustentabilidad para la Deuda lo ve igualmente estable pero, la relación deuda/PBI es muy alta, presume que el peso no está suficientemente devaluado y con relación a la recesión del 2018/2019 en un marco electoral aumenta las preocupaciones de sustentabilidad. Ergo, sube la fuga de capitales. Por experiencia sabemos que ambos actores no son marginales ni ajenos con lo que ellos mismos evidencian como preocupaciones, pero ambos coinciden que el camino que viene puede conducir a resultados que hoy no se pueden evitar.
(IB)